Veinte años, dos décadas con sus respectivas Navidades lejos de los míos.
Estoy en el último tramo de este largo viaje, reconozco el paisaje, busco caras
conocidas en cada nueva parada de este último tren.
Me enfrento al pasado poco
a poco, los grandes campos de viñas son continuos, dibujan líneas bellísimas
que se pierden en el horizonte. Recuerdo los olores de la vendimia, revivo mi adolescencia
donde el olor a vino me impregnaba la ropa día tras día. Aprendí todos y cada
uno de los secretos que sé, para
elaborar los mejores caldos dignos del dios Bacus (Dionisio en la mitología
griega). Mi buen olfato me ayudó para ser reconocido durante diversos años cómo
el mejor enólogo del mundo. Bastantes años lejos de casa donde mi familia eran
las barricas de vino y mis amigos los racimos de uvas.
Ahora regreso a mi auténtica
familia, auténticos desconocidos para mí, y yo para ellos, pero los únicos que
quiero que me acompañen en mis últimos meses de vida. Mi padre falleció en el
2013, no pude viajar desde Australia a despedirlo como me hubiese gustado, y mi
madre y mi hermana nunca entendieron mí ausencia en el entierro.
Hoy todos afrontaremos una nueva
realidad, mi nueva condición, la provocada por la enfermedad aparecida unos
meses antes de la muerte de mi padre. Una dolencia que nadie de mi familia
conoce. Llevo meses en una silla de ruedas, me acompaña Caterine, la enfermera
que vive junto a mí desde hace dos años, justo cuando la Esclerosis me
convirtió en total dependiente debido al temblor de mis manos. Mi peor día fue
el que no pude entrar a mi propia casa, no pude introducir la llave en la
cerradura de la puerta. Ese día lloré toda mi pena acumulada, reconocí que mi
vida nunca sería igual. Estoy agradecido de tener todas mis facultades mentales
intactas. Con Caterine he escrito (dictados pacientemente) un par de libros de
enología muy reconocidos en el sector y estoy acabando una novela con
pinceladas de la transformación de una vida normal a una vida con limitaciones,
pero sin límites.
Hay cosas que no se pueden pagar con dinero y
otras sí. Mi enfermera y escribiente es un encanto de mujer, es cierto que me
cuesta un buen sueldo, pero sabe todo de mí, mis
gustos, mis rarezas y entiende un NO por
respuesta. Hay días que sólo quiero que pasen las horas, otros en cambio mis
ganas de vivir rebrotan en proporción a la calma que me dan mis dolencias.
He gestionado para que venga un
taxi a buscarme a la estación. No me gustan los recibimientos ni las despedidas.
Me encanta organizar eventos, no muy asiduos, pero si bien elaborados, donde el
guión se cumpla. Empecé con los compañeros enólogos de la zona y acabé creando
la fiesta de la vendimia de la bodega donde asistían más de 800 personas. Tengo
mis momentos de soledad, pero necesito conocer personas de las que aprender. El
taxista nos está esperando a la salida de la estación. Llegamos con 5 minutos
de retraso, pero estoy tranquilo, no me gusta que me esperen. Avisé a Juan el
taxista, porque es hermano de una amiga de la infancia, Noelia, la mujer con la
sonrisa más bella que nunca he visto, su magia no sólo es su sonrisa, son sus preciosos
ojos azules los que mueven mi energía mental.
Sí, porque la cabeza es lo que
todavía no he perdido, recuerdo mis largas e interesantes conversaciones semanales
con Noe (así nos permite llamarla a sus más allegados). Charlas en las que
Caterine me conecta la cámara del ordenador y hablo largo y tendido con ella. La última antes de venir fue de lo más
interesante y emotiva, ya que no se creía que volviese a España. Lo mejor de la
noche fue cuando le confesé mis secretos: primero mi enfermedad, lloró largo y
tendido hasta que pude calmarla, después no se creía que no tuviese miedo a la
muerte. Ahí dudaba diciendo que como podía ser que estuviese a punto de morir y
no estuviese destrozado de ver mi decadencia personal y contar los días que me
quedan de vida.
Le expliqué brevemente, que cuando asumes cualquier perdida física y
aceptas que podía haber muerto antes por cualquier circunstancia, entonces cada
día es un regalo. Lo triste de la historia es darnos cuenta de que somos
mortales justo cuando nuestras limitaciones físicas o mentales ya no nos
siguen. No tengo límites, hay cosas que no puedo hacer sólo, tengo a Caterine
que es un encanto de mujer y es mis manos y mis pies cuando no estoy encastrado
en mi silla, pero os aseguro que soy feliz, sí, agradecido y entregado a la
vida. La vida que siempre he vivido, y ahora disfruto como un niño y su nuevo
regalo de Navidad.
Disfruto de cada segundo de vida
mental que me queda, he tomado las decisiones que creí oportunas para ser
feliz, me nutro interiormente de los silencios, de las buenas conversaciones,
sigo aprendiendo, comparto todo lo que sé en los libros que he escrito.
Lo tengo todo preparado, primero
voy a visitar a mi hermana, será Caterine la que le dará la noticia de mi
enfermedad y anticipará de mis limitaciones. Una vez calmada, será mi hermana
junto a mi querida enfermera las que informen a mi madre antes de que ella me
vea.
Hace tiempo que no tengo miedo a
nada, hoy vuelvo a sentir esa sensación
tan limitante en la piel de mi madre y mi hermana y el resto de familia. No es fácil
argumentar que no temo nada, pero confío en el brillo de mis ojos que al hablarles
vean la dicha a través de ellos.
Hoy por fin vuelvo a casa por
navidad, donde disfrutaré de lo más bello del mundo.
Lo que no supe apreciar en vida, lo valoro a punto de la muerte, mi
familia.
Me ha impresionado, emocionado y hecho reflexionar. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias Dolors. Satisfecho de hacerte sentir!!!
EliminarLo más difícil de esta vida, es saber vivirla y poca gente es consciente de ello. Vive cada día como si no hubiera un mañana.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. vivamos pues...
EliminarBonito cuento de Navidad
ResponderEliminarGracias, un saludo.
EliminarAy!!Que chulo Josep !!!y descubrir además que la familia puede estar en todas partes y no ha de ser necesariamente la carnal,como el retiro de fin de aňo ya es la leche!!!!Besos!!
ResponderEliminarGracias, Gracias, Gracias. Es un placer en la vida encontrarte gente maravillosa como tu que aportan magia.
EliminarA nadie le gusta mucho relacionarse con la muerte, pero está ahí, desde el día que nacimos nos acercamos a la muerte. Pero eso nunca nos lo enseñaron, simplemente es como un tema aparte, no se toca.
ResponderEliminarLa muerte es la mejor consejera. Pensamos que siempre hay un mañana. A veces nos damos cuenta de que no es así, cuando ya es tarde. A veces la muerte llega y te lleva y tu dejaste de relacionarte, dejaste pasar oportunidades de decir "te amo".
Hola Mararia, completamente de acuerdo contigo. vivamos y amemos en cada ocasión. Aprendamos a vivir sin miedos.
EliminarDespués del último tren, podemos viajar en el giro imparable del planeta, alrededor del sol, subidos a la galaxia, con viñedos de estrellas ante nuestra mirada... El viaje no se acaba, solo cambia el vehículo... Me encanta, Josep M... Gracias...
ResponderEliminarLos trenes nos llevan allí donde soñamos, vivamos libres para disfrutar el viaje. Gracias Angela, un placer
EliminarM'ha agradat molt. Son situacions que a mida que ens van passant els anys, les tenim mes a prop, ens pot tocar a nosaltres mateixos o a familiars molt propers. Escrit i situat en un entorn que em resulta ben conegut. Es bo fer consciéncia de que el camí es va fent mes tortuós al pas del temps, i el mes important es saber encarar-lo amb serenor, envoltat de la familia, amb qui s'aconsegueix el recolzament i el "cobijo" per seguir endavant. Molt ben narrat. Gràcies Josep Maria.
ResponderEliminarGràcies Cristina pel teu comentari, la vida ens aporta situacions on aprendre es la millor opció.
ResponderEliminarInquietant serenor, la que ens dóna la proximitat de la mort. Llàstima que no l'assolim abans... O potser alguns ho fan...
ResponderEliminarQuan asumim que el màxim es la mort, la resta es un regal.
ResponderEliminarGràcies