Hoy diluvia, salgo de casa con mi
paraguas, ese que me acompaña en los días lluviosos, un paraguas con una
historia húmeda de unos ocho o nueve años. No me gusta perder mis objetos
personales, pero si se trata de algo necesario cuando llueve, mucho menos.
Voy a desayunar a una cafetería
de confianza, suelo ir todas las semanas, al menos un día. Al llegar, el
paragüero está bastante lleno, dejo mi paraguas en buena compañía, hay paraguas
plegables que se deslizan hasta la parte baja, de diferentes colores y variados
mangos. En total habrá una docena de sombrillas, todas y cada una de ellas con
una historia que se une a una persona o incluso a una familia.
Pago mi cuenta, voy a recuperar
mi paraguas, mi sorpresa es absoluta cuando observo que en el paragüero sólo
hay un superviviente y no es el mío. Ante mi sorpresa, le comento a la amable
camarera que mi sombrilla ha desaparecido, en su lugar hay un paraguas parecido
al mío, mismo color, pero con un mango diferente. No llueve en este momento,
aun así le comento a la chica que ese no es mi parasol, sin mucha implicación
por su parte decidido que no me llevo el símil solitario en espera a ver si
alguien se da cuenta del error y vuelve a cambiar uno de mis objetos personales
más preciados. Le insisto que al acabar mis tareas de la mañana pasaré a ver si
he tenido suerte. No quiero renunciar a mi sombrilla, es parte de mi historia.
Pasan un par de horas, sigue sin
llover, regreso a mi cita ansioso por recuperar mi sombrilla compañera de
viajes y momentos bajo la lluvia. Sigue sólo el paraguas azul con el mango
diferente en el paragüero del local. La amable camarera me insiste en que me
lleve la sombrilla abandonada. Pienso en la historia de este nuevo compañero,
algo más nuevo que mi viejo paraguas.
Empieza a llover, abro mi radiante parasol para librarme de la lluvia
intensa que amenaza nuevamente mi regreso a casa. Ante mi resistencia al cambio
me sorprendo de la rigidez de mi nueva sombrilla, sus varillas son más
resistentes que las de mi clásico paraguas, su lona prácticamente nueva me
resguarda completamente de la lluvia. Mi anterior objeto personal cuando llovía
intensamente dejaba caer sobre mí, diferentes gotas de agua. Me siento más
protegido, ante el fuerte viento también su solidez cuida de que no me moje.
No buscaba el cambio, cómo en la
vida, hay momentos que todo está bien y suceden cosas que no queremos ver o
cambiar, nos resistimos cómo yo me he resistido hoy a cambiar mi paraguas. Lo
que podía haber sido un enfado, si mi actitud no hubiese sido calmada, al final
veo que tiene cambios positivos. Hoy empiezo una nueva historia con mi sombrilla. Hoy tengo que olvidar mi pasado y ver la suerte que tengo de poder
empezar de cero.
Nos aferramos a cosas por el
hecho de que son nuestras, de que forman parte de nuestra monotonía, y nos
resistimos a ver más allá de la rutina. Ante cualquier imprevisto, vamos a
mantener la calma y ver qué es lo que nos sorprende de tal momento. Intento
vivir atento, vivo aceptando los sucesos que día a día me sorprenden. Unos son
buenos y otros de entrada no lo parecen tanto, pero todos tienen un
aprendizaje. Si algo que llega a mí no me interesa, tomo mis decisiones para
provocar el cambio o rechazarlo, siempre me quedará ser feliz con lo que hago y
adaptarme sin perder la calma. He venido a vivir, e igual que no me llevaré mis
objetos personales, tampoco quiero llevarme nada que alborote mi paz.
M'encanta aquesta història, tan simple però tu has aconseguit trobar la part positiva. Genial
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