Hoy reflexiono sobre la necesidad que tenemos de los demás todos los seres humanos cuando nacemos. Cuando se nos agota la vida volvemos a necesitar de los otros para que nos cuiden.
Es cierto que cuando somos bebes nadie cuestiona que ese nuevo ser necesita de sus padres para vivir, o en su
ausencia, necesita de otras personas para crecer y llegar a ser un adulto y
valerse por si mismo.
Cuando nos hacemos mayores y nos
fijamos en nuestros padres o abuelos octogenarios (a veces antes) no vemos la
necesidad de acompañarlos en sus últimos años de vida. Soy de una familia
humilde donde actualmente somos cinco hermanos. Mis padres pasaron por el mal
trago de enterrar a una hija con 16 meses. Eso no les impidió seguir
luchando por tener una familia en los valores y los parámetros de los años 60.
Era vivir por y para la familia donde los hijos nos acumulábamos en un hogar
cálido donde nuestros padres se dedicaban a trabajar y a cuidarnos cómo ellos
sabían o creían que era lo mejor.
Pasan los años y mi madre vive
sola después del fallecimiento de mi
padre. Una mujer luchadora a quien no le importó emplear su juventud y sus
mejores años en cuidarnos mientras mi padre se entretenía con un pluriempleo los fines
de semana para que no nos faltase de nada. Nunca dudaron, en sus ratos de ocio, de estar pendientes de nosotros, buscar recursos y darnos herramientas para
crecer en el mejor núcleo familiar. Crearon negocios de hostelería donde
mejoramos nuestra economía, y donde todo era para nosotros.
Hoy somos los cinco mismos hijos,
pero curiosamente sólo dos de los cinco nos preocupamos y estamos pendientes de
ella. Mi decisión y la de mi hermana de estar junto a mi madre es una decisión de
amor. Amamos y damos ese amor que nos dieron cuando éramos pequeños. Ahora es cuando mi madre necesita cuidados
importantes aunque sean muy básicos. Tiene la experiencia y las ganas de compartir. No
se queja si tiene que pasar un domingo sola, aun teniendo cinco hijos que ella nunca dejó solos ni por un rato de placer, o por irse a distraer con sus amigos.
Hoy aprendo con ella de su
soledad, y de compartir el tiempo que puedo con mi madre. Lógicamente tengo mis
obligaciones laborales, mi círculo de amistad, mis hobbies y también
necesito mis espacios para no hacer nada. Pero no me cuestiono que tengo que
hacer cuando los domingos sé que mi madre está sola, o cuando alguna noche
entre semana vamos mi hija y yo a cenar con ella. No es obligación para nada, es
devoción y gratitud por ser hoy la persona qué soy gracias a mis padres. Me gusta
salir y conocer gente, hacer actividades, estar con mis amigos, viajar,
etc… pero mi madre me necesita cómo
cuando yo tenía 2 o 3 años y ella no dudaba en pasar una noche en vela o dejar
el trabajo para llevarme al médico y así hacer que yo sea hoy quien soy. Se encargó de
educarme igual que al resto de mis hermanos, pero lo cierto es que hoy por hoy mi
hermana y yo somos los que disfrutamos de su alegría y de sus mejores momentos en esta etapa de su vida.
Está orgullosa de todos y cada uno de los cinco hermanos, siempre que puede nos junta con cualquier excusa familiar para rodearse de sus ocho nietos y sus cuatro biznietos. Familiar y entregada al amor, quiere que todos progresemos y enloquece de alegría con nuestros éxitos. De mi madre he aprendido a amar a los demás, siento el amor de las personas que la conocen cuando paseamos por nuestro pueblo. Es querida y respetada por todas las personas que han tenido trato con ella. Ha trabajado duro, muy duro, ha limpiado escaleras, casas, ha planchado y ha hecho grandes negocios casi sin saber escribir. Por eso veo más allá de la admiración que tiene un hijo a su madre.
Sonrío cuando mi hija y sus primos bromean cal ver cómo mi madre escribe nuestros nombres en los regalos de navidad, ya que por ejemplo David se convierte en Davi, Alejandro en Aleandro o Marc en Mar. Tiene un talante que espero tener yo algún día viendo cómo sonríe a sus nietos recordando que sólo fue al colegio tres o cuatros meses para poder hacer la comunión. Alegremente les dice:
- De mí no sus riáis. (y las carcajadas se contagian como por arte de magia).
Está orgullosa de todos y cada uno de los cinco hermanos, siempre que puede nos junta con cualquier excusa familiar para rodearse de sus ocho nietos y sus cuatro biznietos. Familiar y entregada al amor, quiere que todos progresemos y enloquece de alegría con nuestros éxitos. De mi madre he aprendido a amar a los demás, siento el amor de las personas que la conocen cuando paseamos por nuestro pueblo. Es querida y respetada por todas las personas que han tenido trato con ella. Ha trabajado duro, muy duro, ha limpiado escaleras, casas, ha planchado y ha hecho grandes negocios casi sin saber escribir. Por eso veo más allá de la admiración que tiene un hijo a su madre.
Sonrío cuando mi hija y sus primos bromean cal ver cómo mi madre escribe nuestros nombres en los regalos de navidad, ya que por ejemplo David se convierte en Davi, Alejandro en Aleandro o Marc en Mar. Tiene un talante que espero tener yo algún día viendo cómo sonríe a sus nietos recordando que sólo fue al colegio tres o cuatros meses para poder hacer la comunión. Alegremente les dice:
- De mí no sus riáis. (y las carcajadas se contagian como por arte de magia).
He estado tan preocupado en vivir
mi vida en según qué momentos que no sabía lo que me perdía. Mi madre siempre ha estado dispuesta para darme todo su apoyo cuando lo he necesitado. Haciendo de mediadora ante
el carácter más rudo de mi padre cuando vivía, pero no por ello falto de amor
por todos nosotros. Es por eso que hoy soy feliz de estar pendiente de mi
madre, de poder estar a su lado cuando me necesita e intentar enseñar estos valores a
mi hija.
La preocupación y discurso de mi madre actualmente es
que siempre nos fastidia a mi hermana y a mí, pero yo felizmente le digo que es
mi elección, cuando paso una tarde de sábado comprando para ella o los domingos que dedico para que comamos juntos. Hoy me quedo con la conversación que hemos tenido cuando este mediodía hemos ido a comer a un restaurante.
-
Oye mira, esa de ahí está comiendo
verdura, yo si voy de restaurante como otras cosas que no sean verdura.
-
Si
Mama, igual está a régimen y por eso come verdura.
-
Que va, yo nunca he hecho régimen, y si
tenía que adelgazar comía menos pero siempre he comido lo que he querido y no
me ha ido mal, ¿verdad? (ahora cómo cuando somos niños muchas frases las acaba
en pregunta buscando nuestra afirmación).
-
Sí,
sí, siempre lo has hecho todo bien, has luchado mucho y ganado tus batallas y te defiendes muy bien para tus 82 años.
-
Si tenía que comer pollo, pues me comía un
muslito en lugar de dos. Así es, ¿verdad?
Me quedo con la alegría que me da
el saber que no está sola, yo tampoco nunca estuve solo de pequeño. Me gusta decidir a quien
dedico mi tiempo, quien es mi prioridad y como sigo mi camino de vida. Camino
de alegría y de amor.
Hoy le escribo con letras
mayúsculas MAMÁ TE QUIERO. Ella por su educación, o motivos desconocidos no me
lo ha dicho muchas veces, pero me lo sigue demostrando cada segundo de su vida.
Yo por la misma razón de ser tampoco estoy acostumbrado a decírselo, pero también se lo demuestro cada momento que puedo.
Hoy, Mañana y siempre!!!
Debe sentirse orgullosa de ti.
ResponderEliminarY es una gran mujer por haber educado un gran hijo. Felicidades.
Gràcies Dolors.
EliminarSólo es cuestión de tener memoria para saber que hacer.
Precioso texto de amor a una madre!!
ResponderEliminarGracias!!!
EliminarForma parte de vivir al día...