domingo, 2 de diciembre de 2018

La fuente de Ahuzki.


   
Busco una explicación lógica para saber por qué a mis casi cincuenta años mi semblante es de treintañero. Hoy estoy en el hospital con mi madre, y me vuelve a pasar, una enfermera no se cree que tenga cuarenta y ocho años. La conversación deriva a tener que mostrar mi DNI y la fecha de mi nacimiento. Mi madre, todavía convaleciente, sonríe mientras  Cristina acepta mi edad a regañadientes.

    Me quedo a solas con mi madre y empieza a contarme:

-          Mira cariño: Cuando naciste, llegó a mis oídos la historia de la fuente de la eterna juventud. El manantial de la “Fuente de Ahuzki” está muy cerca de nuestra casa, pertenece a la provincia de Zuberoa. Con apenas un mes y medio tu padre y yo nos fuimos contigo a descubrir el surtidor de la eterna juventud. Fue una experiencia muy especial, Era una tarde soleada, tuvimos que andar casi una hora, pasamos  de un sol radiante a una lluvia moderada, tuvimos un vendaval que parecía pedirnos que no siguiésemos con nuestro propósito. Yo recuperándome del parto, tu padre te cargo en su espalda con una sábana que yo le cruce para dicho menester.
 Una vez allí, nos miramos mientras mojamos tus pies y manos en el agua fría que emanaba de la montaña de Bohokortia. Tú no paraste de sonreír mientras el agua corría por tus pies y manos. Siguiendo las instrucciones de la fábula llenamos 6 garrafas de agua (tú padre hizo tres viajes posteriores mientras yo descansaba en el coche contigo), para luego poder preparar los biberones con el agua que te daría la eterna juventud.
          
        Me quedo tan sorprendido con la explicación que todo mi cuerpo se estremece, sonrío  a mi madre y cogiéndonos mutuamente las manos mientras cierro los ojos le pido a la vida traspasar mis veinte años de juventud a ella.


Me despierto junto a mi madre dormida, es de madrugada y el silencio es total, la miro una y otra vez sorprendido al ver que mi deseo se ha cumplido. Me dirijo al baño, me miro en el espejo, compruebo mis suposiciones y sorprendido acepto que ahora ya soy un cincuentón en todos los sentidos.  Paso la noche en el hospital prácticamente sin dormir, pensando en la historia de la eterna juventud y mi petición a la vida.

A la mañana siguiente le dan el alta a mi madre, sus signos vitales por los que la ingresaron están como los de una persona de 60 años. El azúcar estabilizado, la tensión que la tenía alta ha bajado sin ninguna explicación. Mi madre sonríe, está feliz y yo no sé cómo explicarle que se va con veinte años menos.

Reflexiono pensando que  la vida nos da y nos quita lo que un día hicimos con cariño. La  muestra de amor que mi madre me entregó, hoy, cuando ella necesita sanar, la vida le devuelve  la eterna juventud. Es una de las historias vascas más antigua y bonita que conozco y es en torno a la fuente Ahuzki, tantas veces visitada en mi adolescencia sin saber la importancia que tiene en mi vida.

Hoy deseo la eterna juventud para mi madre!!!


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